diciembre 28, 2004


Que para donde va el mundo???
No se.....la verdad es esa....y creo que muchos nos hacemos la msima pregunta....
es dificil saber hacia donde avanza el mundo, si a veces no sabemso siquiera hacia donde avanzamos nosotros...
lo que si se, esque ellas se merecen un buen lugar para crecer...
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Es verdad que también podemos escoger a nuestros hermanos.... Posted by Hello

diciembre 12, 2004


No se decirte como fue.... Posted by Hello

un perrito triste......me hace muy feliz... Posted by Hello

verbo/silencio

no se.......
pero me cuesta decirlo..y no es que no lo sienta..es solo que lo digo con los ojos...las palabras se disuelven en el aire cuando son pronunciadas...lo que se escribe,. se tatua en el soporte que lo contiene..
te quiero...si te quiero....
mis ojos son otros cuando te estan viendo a ti...Mis manos son de seda cuando se acercan a tu cara.Mi boca es tuya...TODA TUYA...mi boca y todo lo que de ella salga..
y mas aún, eres tu el refugio de mi corazón y mi alma....
tu lo sabes...soy para ti....

de la nostalgia....

Era domingo, el día de descanso…
Silvino se despertó cuando el sol aún dormía. Al estirarse se dio cuenta de que Sabina no estaba ahí. Giró su cabeza para ver el hueco que había quedado del otro lado del colchon en que dormían, pero sus ojos todavía no se acostumbraban a la obscuridad, y sólo pudo sentir la ausencia de ella.
Se talló la cara. Parpadeó varias veces. Dejó escapar un suspiró y se sentó en el borde del colchón.
Sin tratar de evitarlo, sus ojos se llenaron de agua, y una gota frágil escapó y murió en la más profunda de las arrugas de su cara.
Se dio cuenta de que éste no sería el último de los días que despertaría sin ella, y sin embargo, todavía la podía oler. Casi sentía que la podía mirar.

Los cuatro días anteriores a éste habían sido interminables. Días negros, de abrazos cálidos que resultaban como el hielo, y palabras llenas que sonaban vacías. Días de lágrimas, rosarios y visitas que no acababan. Días, a fin de cuentas, sin Sabina.

Caminó descalzo hacia fuera, al bote que llenaban de agua cada tres días cuando pasaba la pipa. Tomó con sus manos cansadas una jicarita de plástico y la lleno de agua. Con ella se lavó la cara, y después la secó con la camisa que tenía puesta desde hacía ya una semana, sin darse cuenta de que sólo había logrado que su cara se llenara otra vez de suciedad.

Después fue hacia donde Sabina solía cocinar. Encendió unos pedacitos de leña, y sobre ella puso uno jarrita de metal para preparar café, a falta del atole y el bolillo que le preparaba su mujer todos los días desde 50 años antes para desayunar.
Cuando estuvo listo, salió de nuevo, y se sentó en la mecedora de plástico (la preferida de Sabina; donde se sentaba a tejer cuando todavía podía ver bien) a la entrada de su casita de adobe.

Estaba inmóvil. Escuchaba solamente el cacareo de sus tres gallinas, el mugido de las vacas del corral del vecino q pedían ser ordeñadas y los gruñidos de un perrito que se rascaba desesperado intentando deshacerse de las garrapatas que lo poblaban.

Pasaron varios minutos. Silvino había olvoidado el café, que ahora yacía frío en la tazita de barro que sostenía entre sus manos callosas. Había olvidado las gallinas, el perro y las vacas. Había olvidado que ya había amanecido. Pero no olvidaba a Sabina. Ella se aparecía en su recuerdo con tanta frecuencia que casi parecía una burla.

Sacó de su roído y sucio pantalón una cajita de cerillos que llegó con la despensa del mes pasado, y del bolsillo de su camisa deslavada un paquetito en el que sólo había un cigarro.
Lo encendió tranquilamente, y sonrió al pensar que si Sabina hubiese estado ahí, lo hubiera atormentado con las palabras de siempre:
-¡Y dale, viejo! Ya sabes que cada vez que te fumas esas chingaderas me dan dolencias en el pulmón…
Y después se alejaría con su acostumbrada cogera, fingiendo toser, y tapándose la boca con el mandil. Silvino siempre se daba cuenta de que la tos era falsa, pues la real, esa que la asfixiaba cuando ponía a quemar leña en el horno de barro para preparar la comida o hechar las tortillas, era muy diferente a los tosiditos cortos y agudos que emitía cada vez que él encendía otro cigarrillo.

Estaba perdido en ese recuerdo cuando escuchó la voz de su sobrino César.
-Buen día, tío. Le traigo unas tortillas y tantito chile que le manda mi mamá, y pregunta su compadre si hoy si va a ir a la baraja.

Silvino tardó unos segundos en reaccionar, y después de un suspiro, y de dar otro golpe al cigarro que sostenía entre los dedos contestó
-Gracias, niño. Dile a mi compadre que paso a la baraja después de almorzar, pero que comiencen sin mi.

César se despidió y se fue, después de darle el paquete de comida que le había preparado Doña Carmen.

El día pasó igual de lento, o igual de rápido que cualquier otro, sin embargo, para Silvino fueron horas eternas. Olvidó comer, olvidó la baraja, olvidó ir al tendajón por otro paquete de cigarros…
Olvidó que era un domingo como cualquier otro…Pasó todo el día sentado en la mecedora de plástico de Sabina, tratando de recordar el ritmo con que ella se mecía. Acariciando los brazos de la silla como si fueran los de ella. Recargándose en el respaldo para sentir que era ella quien lo ayudaba a descansar.
Silvino pasó toda la mañana archivando en quién sabe qué escondido recoveco de su alma, las imágenes de Sabina.

Cuando se dio cuenta, el sol le dijo que eran más de las cuatro. Las tortillas y el chile de Doña Carmen seguían sobre la mesa, y ya había pasado la hora de la baraja. Seguro que ahora, en casa de su compadre, los hombres rodeaban una mesa llena de envases vacíos de cerveza mientras discutían sobre cosas como la frontera y los dólares, y presumían todos de haber regresado con vida, mientras las mujeres se preparaban para ir a la capilla del pueblo.
Silvino se levantó con mucho esfuerzo de la mecedora. Cada paso que daba lo hacía sentirse más alejado de Sabina. Llegó hasta su colchón, y vió el rebozo que ella siempre usaba doblado sobre el asiento de una sillita de madera. Una vez más, sus ojos se cristalizaron. No pudo más, y se sentó en el colchón a llorar. Ahora usaba el rebozo como pañuelo para secar sus lágrimas y limpiar su cara.
Poco a poco se fue haciendo de noche. Silvino seguía derramando lágrimas. Era como una procesión de tristezas. Una a una le recordaban segundos, minutos, años al lado de Sabina. Ella….su Sabina….Su Sabina….la que le había prometido acompañarlo por el resto de su vida.
De pronto, sin darse cuenta, la tristeza se convirtió en nostalgia. La nostalgia en coraje, y el coraje se transformó en una rabia que le cortaba la respiración. Así, con la garganta cerrada y los puños apretando el rebozo, se quedó dormido.


-Viejo…….Viejo…..ven……ven, que tengo harto frío y no he terminado de desgranar las mazorcas…..orale, viejo….ayúdame, que ya mañana tenemos que llevar los granos ´pal molino…


Silvino no sintió miedo cuando lo despertó esa voz. Como si fuera lo más natural del mundo, tomó el rebozo que estaba abrazando, se puso su sombrero y un jorongo de lana y salió a buscarla. Sus ojos de anciano se agrandaron cuando la vió sentada al lado de la mecedora desgranando las mazorcas que habían podido rescatar de la siembra de ese año.
Camino hasta donde estaba ella. Le besó la frente y le puso el rebozo en la espalda…hacía frío….
Se sentó él en la mecedora, y le ayudo a Sabina con las mazorcas, una a una, una a una, una a una…..
El se mecía despacio, y ella le hablaba de sus hijos, de la boda de César, de cómo Doña Carmen nomás no lograba atunarle al sazón del chile, y de cómo las muchachas de ahora ya no quieren aprender a hechar tortillas. Silvino sonreía. Su voz era suave, profunda….hipnotizante….
Así pasaron muchas horas….


La gente del pueblo empieza a hablar. Silvino no se ha levantado de la mecedora en tres días. Doña Carmen el ha llevado comida todos los días, pero él no la ha probado. Su compadre ha decidido que la baraja se haga en casa de Silvino para que no esté solo, pero es inútil hablar con él. Se queda mudo, y sonríe hacia el vacío mientras se mece y mueve las manos.

El doctor del Centro de Salud dejó de visitar a Silvino hace una semana. Las pocas veces que logró inyectarle medicamentos, no sirvieron de nada. Silvino sigue en trance.

Nadie pasa por enfrente de la casa de Silvino. Sólo los niños se esconden tras unas piedras y lo ven….a veces se burlan cuando Silvino suelta alguna carcajada, y su juego preferido es ver quién de ellos es más valiente y se acerca más “al loco del pueblo” sin llamar su atención.

Hace dos meses que Silvino comenzó a desgranar maíz…Por las noches se queda dormido en la mecedora, y cuando despierta, siempre lo hace con una sonrisa, mirando la sillita de enfrente, como si alguien lo estuviera mirando de regreso.

Han pasado cuatro días desde que la mecedora dejó de moverse. A Silvino le falta aire, le falta un poco de silencio, le falta vida……pero ya no le falta Sabina….